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foto de maby roy micheli
Palermo, estudio fotográfico, 11:00 en punto llega Leo. Cordial, ameno pero a la vez con cierta distancia, muy cuidadoso de su trabajo. Se acerca el mediodía y ya se lo nota más distendido, juega frente a la cámara, baila, hace chistes. Entre cambio y cambio de vestuario se lo escucha entonar “Somewhere over the rainbow”. Empezamos la entrevista, arranca él con voz grave “¿Así que sos española?” (Risas). La distancia se acorta.
-¿Cómo fue empezar tu carrera a los 16 años con “La Noche de los Lápices” y cómo te ves hoy a los 40?
Creo que fue una manera hermosa y brutal de comenzar, mucho más humana que profesional. Una experiencia que me marcó, como seguramente nos marcó a todos. Después hay que ver lo que uno hace con eso. En mi caso, mi identidad se fue desarrollando siempre por un camino y una búsqueda bastante afín a ese comienzo. Traté de encarar proyectos con los que me identificaba, algunos más que otros, pero en general estoy bastante contento con el conjunto de las cosas que hice.
-Has sido arriesgado.
Yo creo que sí, y lo seguiré siendo porque los desafíos en los diferentes papeles y aventuras siempre son un motor para entusiasmarme. Una vez un amigo me dijo “El que no arriesga, no vive”, y yo comparto.
-¿Qué cosas te parece que fueron más personales en tu trabajo?
“Salvador”. Es una película española que tuvo muchísimo éxito, sobre todo en Cataluña. Es la vida de una especie de anarquista en los últimos años de Franco, que se llamaba Salvador Puig Antich, interpretado por Daniel Brühl, un muy buen actor alemán. A mí me gustó mucho participar en esa película, hacía un personaje que era un poco la antítesis de “La Noche de los Lápices”. Un militar funcionario de prisiones que se encargaba de cuidar, más bien de vigilar a Puig Antich en los últimos meses de su vida y después lo mata. Me da mucha pena que no se pase en la Argentina, porque creo que es de mis trabajos más interesantes y es una película muy buena.
-¿Cómo fue la experiencia en España?
La experiencia española fue buenísima; fue como empezar de nuevo en muchos aspectos, mudarme de país, de realidad, de cultura, de gente con la que trabajaba. En muchos aspectos, se te va generando otra personalidad. Uno muchas veces es en relación al contexto que lo rodea, la gente con la que habla, la realidad que le toca vivir. Fue muy importante para mí porque en Argentina ya estaba muy instalado y con una carrera, y de alguna forma eso me estaba jugando en contra, porque estaba arriesgando menos. Irme fue realmente un riesgo en sentido personal y laboral, tranquilamente me podía estrolar contra la pared, me podía ir como el culo… Muchísimos actores argentinos se van, nosotros tenemos muy buena chapa allá, pero es difícil hacer una carrera en otro país. Yo tuve mucha suerte en ese sentido. Aparte, el hecho de apostar realmente a hablar bien el español de ellos fue muy importante.
-¿Cómo fue empezar tu carrera a los 16 años con “La Noche de los Lápices” y cómo te ves hoy a los 40?
Creo que fue una manera hermosa y brutal de comenzar, mucho más humana que profesional. Una experiencia que me marcó, como seguramente nos marcó a todos. Después hay que ver lo que uno hace con eso. En mi caso, mi identidad se fue desarrollando siempre por un camino y una búsqueda bastante afín a ese comienzo. Traté de encarar proyectos con los que me identificaba, algunos más que otros, pero en general estoy bastante contento con el conjunto de las cosas que hice.
-Has sido arriesgado.
Yo creo que sí, y lo seguiré siendo porque los desafíos en los diferentes papeles y aventuras siempre son un motor para entusiasmarme. Una vez un amigo me dijo “El que no arriesga, no vive”, y yo comparto.
-¿Qué cosas te parece que fueron más personales en tu trabajo?
“Salvador”. Es una película española que tuvo muchísimo éxito, sobre todo en Cataluña. Es la vida de una especie de anarquista en los últimos años de Franco, que se llamaba Salvador Puig Antich, interpretado por Daniel Brühl, un muy buen actor alemán. A mí me gustó mucho participar en esa película, hacía un personaje que era un poco la antítesis de “La Noche de los Lápices”. Un militar funcionario de prisiones que se encargaba de cuidar, más bien de vigilar a Puig Antich en los últimos meses de su vida y después lo mata. Me da mucha pena que no se pase en la Argentina, porque creo que es de mis trabajos más interesantes y es una película muy buena.
-¿Cómo fue la experiencia en España?
La experiencia española fue buenísima; fue como empezar de nuevo en muchos aspectos, mudarme de país, de realidad, de cultura, de gente con la que trabajaba. En muchos aspectos, se te va generando otra personalidad. Uno muchas veces es en relación al contexto que lo rodea, la gente con la que habla, la realidad que le toca vivir. Fue muy importante para mí porque en Argentina ya estaba muy instalado y con una carrera, y de alguna forma eso me estaba jugando en contra, porque estaba arriesgando menos. Irme fue realmente un riesgo en sentido personal y laboral, tranquilamente me podía estrolar contra la pared, me podía ir como el culo… Muchísimos actores argentinos se van, nosotros tenemos muy buena chapa allá, pero es difícil hacer una carrera en otro país. Yo tuve mucha suerte en ese sentido. Aparte, el hecho de apostar realmente a hablar bien el español de ellos fue muy importante.
La nota completa en el nº144 de la edición impresa
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